Le dije que no había que echarle la culpa a las personas. Que había que pensar en las condiciones concretas, materiales, históricas que se conjugaron en favor de este resultado horroroso. Que culpar a los demás no sirve para entender nada de lo que pasó.
Me dijo que ella pensaba que sí servía.
«Bueno», le contesté. Y me quedé igual de confundido que al principio.