En el futuro todos vamos a vivir en un gran mall chino, del mismo tamaño que la ciudad. Bandas de motociclistas formadas por antiguos repartidores de aplicaciones de delivery se disputarán el territorio en favor de caudillos locales sanguinarios y despiadados, mientras los demás viviremos cansados, con frío, miedo y hambre.

Pues sí, el futuro es estúpido.

• Cazuela de vacuno.
  
• Sopa de almejas.
  
• Ramen.
  
• Crema de tomate.
  
• Parigüela de mariscos.
  
• El caldo del cocimiento, también conocido como «pulmay en olla».
  
• Crema de espárragos.
  
• Consomé de pollo con un huevo dentro.

• La gente que —pudiendo hacerlo— elige no facturar sus maletas.
  
• La gente que hace fila sin que nadie le diga que haga fila.
  
• La gente que se agarra de tu asiento para pararse.
  
• La imposibilidad de estirar las piernas estando sentado.
  
• La turbulencia.
  
• Que, por lo general, los aeropuertos parecen diseñados por la misma gente que construye cuestiones para impedir que los vagabundos puedan descansar cómodamente.
  
• La comida de los aviones.
  
• La comida de los aeropuertos.
  
• Tener que sacarme los zapatos en el control de seguridad.
  
• Tener que sacar el computador de la mochila en el control de seguridad.
  
• Las escalas y los vuelos de conexión.
  
• Cuando te hacen tomar un bus para ir de la sala de embarque al avión o al revés.
  
• Tener que pelear por el espacio arriba del asiento para guardar la mochila.
  
• Sentarme en el asiento del medio.
  
• Los baños.
  
• Los precios.

Se pueden decir muchas cosas de mí, pero nadie puede negar que soy un enfermo bastante agradable. El enfermo más agradable que conozco. Si por algún motivo, justificado o no, te caigo mal, deberías verme cuando estoy enfermo. Soy un amor.

Lo gracioso es que, después de dos años de esquivarlo, de verdad empecé a creer que, de alguna forma, quizás era inmune.

El coleccionismo es ese espacio donde alguien te quiere convencer de que un cassette de GIT cuesta 25 lucas.

Los espectáculos deportivos son hoy el último bastión del realismo.

De las experiencias cotidianas, hay pocas más miserables que convertirse en rehén de un paquete que ha amenazado con llegar.

Le muestro estos textos a I. y le pregunto qué le parecen. Me dice que le gustan, que están graciosos. «Pero no pretenden ser graciosos» le contesto, fingiendo molestia. «¡Obvio que sí!» me responde, como si los hubiese escrito ella. Me quedo callado.

En general, creo que los textos cortos son mejores que los largos.

Por esta inclinación culpo a los Ramones y a la flojera.